Elisa, la rosa inesperada

Reseña de «Elisa, la rosa inesperada». El último libro de Liliana Bodoc va derechito a instalarse en las lecturas imprescindibles.

Por Valeria Sorín.

Elisa tulmas 1Ficha del libro
Título: La rosa inesperada
Autora: Liliana Bodoc
Editorial: Norma
Colección: Zona libre
Pág.: 212  |  ISBN: 9789875457225
Web:
https://elviajedelilianabodoc.blogspot.com.ar/


Esta novela nace de un poema de Conrado Nalé Roxlo, Canción de guía.

Hay que andar por el mundo como si no importara
sin preguntar el nombre del pájaro y la planta,
ni al capitán del buque, adónde lleva el agua.

Mirar al otro lado del que todos señalan,
que es allí donde crece la rosa inesperada.

Tan inesperada la rosa como la lectura que hace la protagonista de esa poesía.

Elisa nació en una villa santafecina. Como referencia para quienes no sean originarios de la Argentina, “villa” no significa solar hermoso o reunión de casas, sino espacio tomado por personas que atraviesan todas las vulnerabilidades y donde construyen con algunas chapas y algunos ladrillos –en el mejor de los casos– dos piezas con piso de tierra donde llevar sus vidas. Fue el periodista Bernardo Verbitsky quien observó la aparición y crecimiento de estos asentamientos dentro de las ciudades a mitad del siglo pasado y los nombró como “villas miseria”.

Elisa entonces vive en una casita precaria con su abuela, la Rufina, porque sus papás –Irene y Chejuán– armaron un grupo de cumbia con el que se fueron a tocar por todo el país para hacerse una forma de vivir. Elisa no quiere ya ir al colegio, así que Rufina logra que vaya como planchadora a un internado. Elisa ahí se cruza con los libros de poemas que le alcanza Beatriz, muchacha piadosa de la alta sociedad que escapa de los mandatos paternales tratando de enderezar pupilas. Pero inevitablemente el tiempo de Elisa asistiendo al internado termina cuando cumple 15 y tiene su primera relación sexual. Entonces ve la posibilidad de viajar a San Salvador de Jujuy donde una tía le puede conseguir trabajo. La convivencia no es simple, el novio de la tía le echa el ojo y la mujer no quiere competencia. Echada de nuevo a la calle, Elisa elige no retroceder y sigue su viaje a Tilcara, ciudad cercana a la frontera con Bolivia. Allí se enfrentará al “diablo”, a una organización dedicada a abastecer de jóvenes bonitas los prostíbulos tras la frontera.

 

Para esta novela Liliana Bodoc debe elegir un final con mucho criterio. La historia merece ajustarse a la verdad, una verdad al menos propia de Elisa. No hay forma de salir sin marca. Así como Bodoc ha elegido contar la primera vez de Elisa sin tanto detalle, así como sugiere la violación múltiple sin necesidad de regodeo, de la misma forma Bodoc es consciente del público que estará del otro lado de la misma página que escribe. El final se debate entre ambas perspectivas y sale airoso, claro.


¿Qué es lo que Bodoc viene a contar con esta historia?

Beya es una novela gráfica magnífica sobre trata de personas que publicó la editorial Eterna Cadencia hace unos años. Beya quiere contar la degradación y cosificación a la que se somete a las mujeres en esos antros y cómo de esta forma pierden su humanidad. Será necesaria una mirada ajena para volver a ser un sujeto, un poco de locura a la que aferrarse y desde la cual salir de esas paredes sucias al menos por un rato, será necesario volverse muy creyente para construir una vaga esperanza de ganarse el cielo. Sus autores, Gabriela Cabezón Cámera e Iñaki Echeverría, saben que el camino para que el lector asista a tanto dolor, el camino que hace que no pueda uno dejar de enterarse, es estético.

Pero Liliana Bodoc no tiene esa intención. Ella quiere contar el camino por el cual una casi niña puede terminar en un prostíbulo aunque la salve en el final. Pero sobre todo quiere contar como hay quienes ven lo que pasa y eligen hacer la vista gorda, como hay quienes que no ven porque su clase social o cultural le ha interpuesto una venda de protección negadora, y quienes ven y avisan.

 

Liliana Bodoc habla de Elisa para hablar de cada uno de nosotros.

Como en una hermosa novela que escribió Benito Pérez Galdós en el siglo XIX –Fortunata y Jacinta– la sociedad se ve reflejada en su división estamentaria, donde cada uno vive y ve lo que su espacio de pertenencia le permite. Las historias ocurren y el equilibrio se rompe cuando algunos de estos personajes –Belén desde una clase social acomodada, Abel y Rufina desde las menos beneficiadas– rompen esas fronteras y llevan noticias de un estamento a otro de la sociedad. Son responsables de los movimientos de Elisa y de las acciones de Martín, el leñador salvador de esta caperucita moderna.

Bodoc no deja de develar el rasgo de clase de la Academia. Los padres de Martín son descriptos desde sus doctorados en ciencias sociales, lo que permite salir de excursión a su hijo por el pueblo como baño sacramental, a sabiendas de que al resguardo de la tarjeta de crédito podrá correr al hotel. Cuando Martín percibe el peligro en el que se encuentra Elisa, llama a su padre para que lo ayude a mirar de nuevo –según el diccionario de María Moliner mirar es ‘aplicar a algo el sentido de la vista, para verlo’–. La respuesta desde la venda que las grandes urbes aplican a sus habitantes será: “Habrá sido una forma de decir”.

Bodoc cuenta todo esto y más. Inicia muchos capítulos con versos que ha elegido con una precisión infinita. Como los versos de “Luzbelito” que tararea Martín. Ha sabido construir una estructura narrativa que a la vez es atrapante, es reveladora y estética.

Esta reseña es ya demasiado larga y no creo que ampliarla sume a la lectura de un libro que va derechito a instalarse en las lecturas imprescindibles. Elisa será la rosa inesperada. Liliana Bodoc, no. Ya nos lo ha dicho mil veces: de ella se puede esperar todo y bien.

 

Por denuncias de trata de personas en Argentina: línea 145.

Bitacora del viaje que dio origen al libro

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Patsy Aldana abre camino en China

La presidenta de IBBY cuenta acerca de la colección de libros internacionales para niños que dirige en China.

La presidenta de IBBY está seleccionando libros ilustrados de todo el mundo para una colección de libros internacionales en China.

Por Valeria Sorín

Patsy Aldana y yo estamos sentadas en un café de la Piazza Maggiore de Bologna para hablar acerca de la colección de libros del mundo que está coordinando para el mercado chino. Ninguna de las dos vive en Italia, ninguna de las dos es italiana. De alguna forma retomamos una conversación que hemos desarrollado primero en Buenos Aires, luego por skipe para que luego se diera este encuentro.

¿El motivo? Aldana, presidenta International Board of Book for Young people (más conocido por su sigla, IBBY), se unió a Li Xueqian, presidente de la editorial china CCPPG, para planificar y lanzar la Biblioteca Mundial en China. La colección busca reunir en esta etapa los mejores 40 libros ilustrados de todo el mundo que reflejan ciertos valores universales: el respeto por el niño, la importancia del amor, el reconocimiento del valor que implica la superación de la dificultad y la tragedia, la alegría de la risa y la tolerancia a la diferencia.

Los libros como ventanas

Cuando en 2009 Patsy pasó por Buenos Aires dio una charla en la que explicó la necesidad que los niños se encuentren con libros espejo −aquellos donde vean reflejada su realidad− y libros ventana −que les dieran la posibilidad de acercarse a otras posibilidades−. Desde ese juego doble piensa los productos para niños.

—¿De qué se trata el proyecto de la Biblioteca Mundial?
Los niños chinos reciben muchos libros (buenos y mediocres) pero del mundo anglosajón. La idea de la colección es acercarles a esos niños lo que hay por fuera, en el resto del mundo. Porque no llega a esos niños lo que no pertenece al mainstream de la edición. Son 8 libros al año, durante cinco años, los últimos se estarán publicando entre 2017 y 2018.
No se venden tan bien como los best sellers en Norteamérica ni como los suyos propios, que pueden llegar a tener tiradas de 10.000.000 de copias.

—¿Cómo promueven una colección tan singular?
—Ese es un problema. Deben promoverlo en China como un grupo de libros, como una colección y no libro por libro como hasta ahora. Porque se pierde su sentido así. Las bibliotecas, las escuelas y los padres deben tener toda la colección.
Los han hecho con mucho esmero por lo que han quedado bastante caros, no son libros baratos. Todo lo que tiene el original lo han intentado duplicar, eso me ha dado mucho placer. Y cada título lleva dentro un folleto explicando para qué sirve ese libro y porque es importante leer libros de todo el mundo.
Hay una red de 20.000 bibliotecas rurales que funcionan con voluntarios. Una de las metas de la escolaridad es generar lectores a los que les guste leer por el placer. Entonces hay mucho interés en la lectura. Pero también hay resistencia a libros que son distintos.

Mostrar lo diferente

PatsyAldana—Desde IBBY has impulsado el animarse a tratar temas complejos en la literatura infantil, al mismo tiempo que has impulsado campañas en todo el mundo para trabajar con niños que se encuentran en situaciones críticas ya sea por guerras, catástrofes naturales y/o humanitarias. ¿Esto se refleja en los libros de esta nueva colección?
—Una de las cosas que quiero mostrar es que si bien algunos títulos que he seleccionado son muy simples, otros son de niños que están en crisis.  Por ejemplo, el de un niño que ve a sus papás solo una vez al año.  Eso pertenece a la experiencia de un niño chino, ten en cuenta que ochenta millones de niños chinos viven sin sus padres debido a que estos deben migrar desde sus pueblos a las ciudades para trabajar. El tema ahí es que los niños no pueden acceder al colegio en las ciudades donde trabajan sus padres. Entonces los tienen que dejar atrás. Y por supuesto las escuelas del campo son mucho peores que las escuelas de las ciudades. Así es como quedan al cuidado de parientes.
Al presidente de la editorial estos niños le preocupan mucho y quiere que vean que hay otros niños en el mundo que también tienen a sus padres lejos, por ejemplo. Yo trato de explicar cómo usar estos libros para hablar de estas cosas.
Ha cambiado china radicalmente en un período relativamente corto. Ahora son consumidores muy importantes, han tenido un cambio en su modo de vida gigantesco. Y eso lo han hecho con el derecho a una vida política crítica, lo que los ha llevado a preguntarse mucho cómo van a hacer los niños para tener oportunidad para mejorar. Claro que de cierta manera aún viven en un mundo cerrado bastante paternalista.

—El hecho de que la buscaran a usted específicamente, que ya había desarrollado un catálogo de alta calidad para Groundwood Books, muestra que deseaban un criterio de selección multicutural.
—Sí, ellos vieron que yo hacía eso en Groundwood. Ese tipo de selección ya no existe ni siquiera en inglés. Desde que yo me fui de Groundwood ya casi no están publicando libros así. Tampoco hay un editor francés o alemán que tengan una colección semejante.

—Además de mostrar lo diferente, hay que mostrarlo en relación con la cultura china. ¿Qué tipo de libros prefieren?
—Ellos tienen su propio gusto. Hay cosas que les chocan. Entonces suele haber una discusión acerca de cada libro. Libros sobre temas para ellos muy difíciles, como ser uno donde el personaje es una niña autista que está en la lista de IBBY de libros para niños con discapacidades. En general en China no se hace nada con esos temas.
Uno de los requisitos es que los libros no tengan nada de religión, ese es un tema completamente prohibido. Por eso no pude sumar ningún libro de medio oriente que potencialmente pudiera tener un marco religioso.

—¿Qué resistencias encuentra el proyecto?
—Por la política de un hijo único, las madres están muy involucradas en la crianza y educación. Las escuelas grandes de las grandes ciudades son buenísimas. Y tienen bibliotecas hermosas. Y las madres son muy activas. Pero no perciben fácilmente lo bueno que pueden ser estos libros porque no son de autores conocidos por ellos.

Trabajar en China

Patricia Patsy Aldana nació en Guatemala pero siendo joven emigró junto a su familia a Canadá. Entre 1978 y 2012 fue la directora editorial de Groundwood Books, empresa de riesgo donde publicó libros que expandían las fronteras de la lectura. Ha sido definida como una incansable promotora y defensora de la literatura, alguien que enfrenta con naturalidad la publicación de libros sobre temas incómodos.

—Imagino que cada contrato es como una victoria. Por un lado, es el resultado de una gran selección; por otra parte, un trabajo de convencimiento al comité editorial. ¿Se da una negociación palabra a palabra en cada libro?
—Eso no. Ellos no suelen cambiar nada. Pero cada libro tiene que ser adoptado por un editor dentro de la empresa. Los editores ganan su dinero respecto de lo que venden los libros que impulsan. Y estos libros no se venden tan bien. Así que hay que ir convenciéndolos de que valen la pena.

—Es complejo como editor dirigirse a un público tan diferente a uno. Asimismo, también son diferentes las prácticas, los procedimientos, las idiosincrasias relacionadas al trabajo.
—Ahorita en China hay 19 o 20 editoriales que son del Estado, ya sea nacional o de las provincias. Para quien yo trabajo es la editorial estatal más grande de China. Hay muchas editoriales independientes. Los libros de niños son los que mejor se venden, entonces todo el mundo quiere publicar libros para niños y son bastante rentables. Por lo que actualmente hay una superproducción: el año pasado se publicaron 50.000 nuevos títulos para niños. Entonces ocurre lo mismo de siempre, los buenos libros se vuelven más difíciles de encontrar porque hay una oferta enorme.
Cada editorial tiene sus prácticas propias, porque están los individuos, porque cada editorial presenta una situación diferente. Si tú quieres publicar un libro le tienes que comprar el ISBN a una de esas 19 editoriales. Entonces hay quien vive de la venta del ISBN y no de su propia producción. La editorial donde yo trabajo es muy observada por el Estado, hay otras que están en las provincias y que por ese motivo tienen más libertad. En esta editorial trabajan 500 editores que publican libros, pero también revistas. Es una enorme compañía en un enorme edificio en Beijing.
Una vez le pregunté al ministro de cultura de China: “¿Es usted el papá de los otros ministros de cultura de las provincias?” Y me contesto: “No, soy el hermano mayor. Me toca decirles qué hacer, pero no necesariamente logro que lo hagan.

Algunos títulos seleccionados por Patsy Aldana

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  • Buenas noches, Comandante.
    Escritor: Ahmad Akbarpour. Ilustrador: Morteza Zahedi
    El libro tiene como escenario la guerra entre Irán e Irak pero desde la mirada de un niño que se autoproclama comandante. Durante la guerra ha perdido una de sus piernas y a su madre. Con sus juguetes recrea sus recuerdos y repara sus pérdidas.
  • Napí va a la montaña.
    Escritor: Antonio Ramírez. Ilustrador: Domi
    Napí es una pequeña niña mazateca que vive con su familia en un pequeño pueblo a orillas de un río en el estado de Oaxaca en México. Cada tarde la familia se sienta en la sombra de una ceiba inmensa para escuchar las historias del abuelo. Mientras Napí escucha con un aire soñador, las tardes toman otros colores en su imaginación: naranja, morado, violeta y verde. La noche llega sobre el río tan bella como los árboles llenos de garzas blancas posando sobre sus ramas. La ceiba manda sueños a Napí cada noche, y en su sueño favorito ella se convierte en una garza que se desliza suavemente sobre el río.
  • Bajo el hechizo de la luna. Arte para chicos por los mejores ilustradores.
    Autora: Katherine Paterson
    Breves textos ilustrados por artistas de Brasil, Japón, la república Checa, Finlandia, Suecia, China, Malasia, India, Nicaragua, España, Sudáfrica, Palestina.
  • Niña Bonita
    Escrito por Ana María Machado
    Un conejo blanco, blanco, ha quedado prendado de una niña negra, negra, y quiere ponerse bonito y oscuro como ella. Cada vez que la ve, le pregunta: “Niña bonita, niña bonita, ¿cuál es tu secreto para ser tan negrita?”. Después de muchos experimentos y desilusiones, el conejo descubre el secreto.
  • Tarde de invierno
    Escrito por JorgeLuján. Ilustrado por Mandana Sadat
    Un niño tras una ventana mira la calle. El niño dibuja sobre el vidrio empañado con su dedo mientras espera que regrese su mamá de trabajar.